El ser humano, eternamente insatisfecho, padece cuando no tiene nada y también padece cuando tiene demasiado. No quiere conservar sus bienes para disfrutarlos, sino mantenerlos para acrecentarlos.
Si alguien es demasiado amado, se siente atosigado. Si nadie lo ama, se siente desgraciado. Cuando está con una persona añora otra presencia. Cuando está en alguna parte, quisiera estar en otra.
Tantas veces el valor lo obtiene de lo que se ha perdido. Tantas veces lo largamente anhelado aburre y desespera. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo dejaremos escapar lo que tenemos buscando lo que tampoco disfrutaremos? ¿Y hasta cuándo seguiremos pensando que es tarde, que ya no hay oportunidad?
Vivamos el momento, disfrutemos lo que tenemos y nunca, pero nunca, olvidemos que el único tiempo que podemos perder es el que todavía no ha llegado.
El resto es pasado.
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